Para ser sincero, los campos deportivos que marcaron mi cada vez más lejana infancia y mi jugosa adolescencia, son la cancha del Hospital san José de Parral y el otrora estadio Municipal de la ciudad, actual Nelson Valenzuela Rojas, si mal no recuerdo el nombre del homenajeado.
En las citadas canchas hay sentimientos que difícilmente se borrarán alguna vez de mi inconciente. Evoco con nostalgia aquellas tardes en el hospital, desafiando al calentamiento global a la 3 de la tarde. El Campín de Bogotá y el Hernando Siles de la Paz, son sólo meros ejemplos del rigor climo-meteorológico al cual se sometían 10 gladiadores. Acerca de mis veladas de gloria sobre el gramado mágico del coloso Parralino, no me voy a referir en extenso pues podría dañar la sensibilidad de algunos, que de la noche a la mañana fueron subidos al olimpo por tener un buen desempeño en uno que otro campeonato de baby fútbol a nivel colegio o dentro del marco de un aniversario estudiantil, cosas menores y lo digo con toda vanidad., pues quienes vieron defender a Moraga, así pueden avalarlo.
El paso inexorable del tiempo, el paulatino ascenso en la esfera económica de algunos participantes que se negaban a jugar en el Hospital por el mal estado de la cancha, detonó cambiar de escenario. Nunca estuve de acuerdo con eso, se perdía emoción, rigor, cancha y magia. No expresé jamás mi malestar, pero sí más de alguna vez me provocó risas, sobretodo cuando mis compañeros del Colegio Concepción Parral, iban gustosos a jugar un poco de fútbol al hospital, independientemente de que el nivel fuese bajo o no.
La resignación era el paso a seguir. Como toda especie de la biodiversidad, teníamos 3 opciones: adaptarnos, migrar o morir. Optamos por la primera. El fútbol debía continuar y pese a los imponderables, como dijo el más grande de todos Diego Maradona en su partido despedida, “ la pelota no se mancha”.
Fue así, como en los albores del año 1997, amigos, hermanos, vecinos, conocidos y ex – compañeros de colegio, acicateados por el altísimo nivel del equipo de sus amores, encabezados por figuras como Marcelo Fabián Espina, Alberto Federico Acosta, Ivo Basay y David Carlos Nazareno Bisconti, decidieron jugar Míticos cotejos, denominados clásicos, en dependencias de la principal entidad educacional de la ciudad de Parral, me refiero, por cierto, al Liceo Federico Heisse Marti, ex – Liceo B -30, Manuel Bulnes Prieto.
Colo –Colo y Católica, Católica y Colo- Colo se medían y se daban con todo. El nivel, quiero recalcar y lo digo con toda sinceridad jamás fue el más alto que digamos, pero a ratos había chispazos y destellos de buen trato al balón, pero muy esporádicos. La bohemia penquista y talquina a partir de 1998, se hacía sólo una en la ciudad cuna del Nóbel los fines de semana largo. El licor comenzó a unirnos y dejar de lado nuestras diferencias futbolísticas. El pasar de los años nos permitió opinar con mayor altura de miras y nuestros postulados políticos comenzaron a ser cada vez más acabados y por momentos acérrimos. La rivalidad entre caballeros cruzados y caciques quedó de lado, ya no se hablaba de colo-colo – católica, sino más bien de latifundistas e hijos de policías, por el lado diestro, e hijos de preceptores del manantial por el lado del corazón.
Corría 1999, año de las teleseries la fiera y la inolvidable fuera de control, de canal 7 y 13 respectivamente. En lo político, había temas recurrentes, Frei Ruiz-Tagle, terminaba uno de los más deplorables gobiernos de la historia Chilena, agudizado por la crisis asiática. Pinochet se encontraba detenido en Londres y la guinda de la torta la ponía la elección presidencial más espectacular, bajo mi punto de vista, que al final de cuentas fue ganada por un porcentaje menor por Ricardo Lagos Escobar en desmedro del UDI, Joaquín Lavín Infante. Los debates en torno a una copa de licor fueron recurrentes. Sobresalía por aquel entonces como espacios físicos de nuestra sed, mirador pub y muralla pub.
El nuevo milenio, traía figuras promisorias como el fugaz guatón piscola y el incomparable Martín Lara. La ingesta pasaba por momentos de gloria. Florecían sueños tecnológicos como la página we, y nuestra imaginación daba a luz una de las obras más acabadas de belleza, creación y deleite noble libre y desinteresado: el Diccionario Etílico.
En lo futbolístico, que constituye la piedra angular del artículo, el balompié sorteó nuevos desafíos. Se formaba uno de los equipos más notables de la historia Universal, la Etilidad FC. Por primera vez, Méndez en el arco, los hermanos Valenzuela y el colorado Moraga, apodado conejo descuerado por aquel entonces, vestían y mojaban con rigor la misma tricota, mientras Lara y Ágata Rodríguez Álvarez, esperaban su oportunidad en el banco de los suplentes.
Abstemios y Etílicos izaban sus pabellones, en el gimnasio del liceo y daban espectáculo.
Después de mucho tiempo el incansable Ávila, me invitó nuevamente a jugar. Mi nivel ya no es el mismo, pero a ratos algo sacaba del sombrero de copas. Me impregné de recuerdos que hoy quise plasmar con veracidad y nostalgia. Cuantos momentos, cuantas horas, insisto cuantos recuerdos.
Para finalizar, Valenzuela debe acordarse de una jugada maradoneana que realicé y que tú definiste con categoría, paso a relatar.
…..largo pelotazo de Ávila en busca de nadie, contiene sin dificultad el regular meta Nibaldo Méndez, apura las acciones saliendo con pulcritud por la banda derecha buscando la eficiente diestra del colorado Moraga, deja en el camino con un túnel de aquellos a Uka Chakas, sale a su encuentro su hermano David, pasa Moraga, piensa, la pisa y gana metros, va eludir a Ávila ( quien dicho sea de paso todavía viene como en la YPF siguiéndome) gana la línea de fondo, centra atrás buscando a George Wea Valenzuela, GOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOL, pelota en la red, pelota en la red, mató, mató, mató, camiseta número 10, apareció como un fantasma tras una mágica jugada de su socio Moraga, define de primera, con maestría, pierna derecha, lejos del alcance del meta moroso…………….La Etilidad 1, Abstemios15…………Bueno, nada podía ser perfecto.